Había una vez una semilla de un árbol llamada Tania.
Desde muy chiquitita quería ser un cerezo muy alto, maduro y rosa, muy muy rosa.
Vivía en una caja de semillas con sus hermanas; Teresa, Tami, Teruel y Tamar.
Vivían muy apretujadas entre si, o sea que no tenían mucho espacio.
Un día, la inspectora Telma y ganadora durante XVII años dijo:
—"Hello", ¿me podría dar unas semillas?. En especial de cerezos.
—Por supuesto, a ver, déjeme mirar... Aquí. Valdrían 30$ pero se las dejo gratis. Adiós, vuelva pronto
Ella se fue a su campo y las plantó. Por ejemplo, a Tami la dejo a un lado, a Teruel a otro, y a Teresa a otro.
Pero Tania, por mucho que se esforzaba y todo el abono y fertilizante que le echaban, etc... no conseguía crecer.
—¡Ahí va otra vez!, arriiiiiibaaa... —decía ella —arriiiiiibaaa... —decía una y otra vez.
La inspectora Telma, se enfurecía cada vez más, y no era porque no creciese, sino porque Teresa había crecido, Timi también y las demás también.
Ella era la única que quedaba por crecer.
—Please, plant, could you grow?☺ —decía. (Era una bilingüe. Eso quiere decir que hablaba dos idiomas) —☺Por favor, planta, ¿podrías crecer?
Un día, empezó a llover y, absorbiendo la lluvia y el sol, consiguió crecer.
—¡Uhhhhmm...! Cerezas... —decía mientras se comía las deliciosas cerezas de Tania.
—Conseguí crecer, ¡ufff...! —dijo aliviada.
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