jueves, 18 de abril de 2013

La espiga Elena

Había una vez, una espiga (si no sabéis lo que es, es una espiga de trigo) llamada Elena.

Era muy parlanchina y le gustaban las bromas, tanto, que se las gastaba a todo el mundo.

Como al pan Pedro:

-Tralarí, tralará........¡AYYYY! -gritó Pedro.

Y Elena siempre se iba antes de que la riñeran.

O como a la harina Harry:

-Tururí, tururá..... ¡POOOOOORRRRRASSS, ELENNA! -gritaba Harry.

También gastaba bromas cuando empezaba una fiesta, con la alcaldesa Bollo Bea:

- Esto va aquí, y esto hay....... ¡PPPPUUUUUUAAAAAAAAAJJJJJJJJJJ! -dijo la Alcaldesa.

Elena era la hija de un humilde dentista que, a pesar de castigos y regañinas, Elena sieeeempre se salía con la suya:

- Pero,.. ¡Elena!, ¿que haces aquí a esta hora?, ¡si son las 21:00 h.! -decía su padre.

- He venido tan tarde para... ejem... hacer la compra -contestaba Elena.

Un día su padre, cansado de tanta broma, se le ocurrió una idea.

Era el hacerle a Elena una broma a ella, sin que lo supiera.

La noche antes, todos sabían lo de la broma.

Cuando llegó al colegio, dijo:

- ¡Que bien! He llegado la primera -dijo ella.

Pisó un escalón y...  acabó cubierta de gusanos, gelatina!

Así le dijeron todos a coro:

- ¡Así, ¿ya has aprendido la lección?! -dijeron.

Y así, Elena aprendió la lección; nunca más hacer bromas con malas intenciones.