Había una vez, un niño llamado Felipe el de Tenerife, que le compraron un reloj.
¡Guay! Gracias, papá, gracias, mamá -dijo Felipe, todo contento.
Después de 15 años..., Felipe aún tenía aquel reloj y no estaba dispuesto a venderlo.
-Mirad, mirad, mirad que reloj -decía Felipe a sus amigos/as.
Sus amigos eran: Susana Tarambana, Federico el rico, Elena la Hiena y Martín el Figurín.
-Venid todos a mi casa, -dijo Federico -nos lo pasaremos chupi bien.
Felipe se llevó también el reloj.
Al día siguiente el reloj le transportó a otro mundo.
Él no estaba muy sorprendido porque eso lo hacía todos los días.
-bÒ¼NôGIq☺ƒ²jæÞ* -dijo un marciano.
-Ejem, ejem... ŠWQRFG...- dijo él
-Bueno, ¿por qué hablas así? -dijo el marciano -sólo era una broma.
Y lo subió por un graaan palacio que había aparecido de la nada.
Se encontró una receta en el suelo:
Querido diario:
Marci-ano
-¡Me piro, vampiro! -dijo Felipe.
-Espera. ¿Adónde vas? -dijo Marci-ano.
Felipe cruzó la puerta y volvió a casa.
-¡¡¡¡¡¡¡AAAAHHHHHAAAAAAAAHHHHHHAAAAA!!!!!!! -dijo Felipe.
-Tienes miedo, tienes miedo, ja, je, ji, jo, jujujuju -dijeron todos a coro.
-¿Ah sí? -dijo Felipe, y los empujó a todos al portal.
- Buf, -dijo -espera.- ¡Eso está MAL! ¡Ya voy! -dijo Felipe lanzándose al portal.